Sunday, September 28, 2014

Moño negro


Vivo muy contento en la Santa María la Rivera, que tiene mucho de una vieja colonia, pero también mucho de barrio, con sus negocios de muchos años, con sus mercados, con sus edificios porfirianos.

Cerca de mi casa, como todo lo de esta colonia, esta una peluquería, a la que muchas veces fui  cuando todavía tenía pelo.  La atendía un señor mayor y su hija, Vero, la que le daba nombre a el negocio. Me gustaba mucho ir y ver como Vero, junto con su Papá atendían como con una sincronía, sin estorbarse, como en una coreografía bien preparada.

Hoy tuve la oportunidad de ir al mercado, actividad que me encanta porque todos los sentidos tienen oportunidad de participar en el paseo, los colores, olores y texturas, los sonidos, pero sobre todos los sabores se mezclan entre las sonrisas e historias.

De camino al mercado, por la calle de Eligio Ancona, estaba un moño negro bajo el cilindro con lineas rojas, blancas y azules de la peluquería Vero.  Me quede frío, de inmediato empece a imaginar una historia que para mi era desconocida, de como el Papá de Vero habría enfermado, debilitado y muerto, en un proceso de varios días, semanas y meses, me quede parado observando como el negocio se veía un poco descuidado, y eso me hizo pensar que el tiempo de agonía había sido extenso. Me enoje conmigo de no saber el nombre del señor, de no volver a pasar a saludarlo. Me entristecí con Vero, que se iba a quedar sin su compañero de trabajo, y posiblemente de vida, y ese silencio y vacío abominable que debe estar viviendo.

De inmediato me acorde, del Señor de los quesos, al cual durante más de 7 años, varias veces al año le compraba la panela rigurosa, y de vez en vez algunos quesos que el me recomendaba.  Las ultimas veces que estuve en el mercado no lo vi... Y me imagine que el tendría la misma suerte.

En cuanto llegue al mercado me acerque a su puesto, y me dio mucho gusto poder saludarle, y termine comprando mas queso del que estaba presupuestado, pero también en mi bolsa de mercado se subieron unas palabras bondadosas, una sonrisa sin dientes, pero con mucha experiencia, platicamos un rato. Cuando me aleje, no pude negar el ese sensación de alivio, de que todavía estuviera vivo,

La muerte nos recuerda que estamos vivos, que seguimos aquí, y no en este valle de lagrimas, sino en este espacio que tenemos que hacer nuestro, cada día, cada minuto.

Estos días no han estado fáciles, noticias duras, hospitales, enfermedades, presiones, pero acepto gustoso el reto, el reto de seguir viviendo, de permitirme ser feliz, tratando de serlo. Abrazo los sentimientos, las sensaciones, y doy gracias, por estar vivo.