Somos tercos, y pensamos que estaremos mejor si el orden prevalece. Y así nos volvemos esclavos de un orden establecido por nosotros mismos en condiciones a veces muy diferentes a las que vivimos hoy.
Un día nos damos cuenta que vamos cargando mucho sin saber que es, sin tener la conciencia de que conforma ese lastre que no nos deja despegar.
Hacer un alto, hacer una limpieza y sobre todo tomar decisiones de que se queda y que se va, es un oportunidad que se disfraza de pretexto al terminar un año, pero que bien podría hacerse en cualquier momento, pero incluso, estos ritos de fin de año, pertenecen a ese orden que propio o introyectado seguimos respetando.
La limpieza se empieza con lo externo, con lo material, pero debe llegar hasta lo interno, reconocer esos apegos que seguimos cargando ya sin ninguna utilidad emocional.
Empecemos limpiando nuestro escritorio, revisemos cada papel y cada objeto, y tratemos de hacer memoria como llegó allí, qué propósito tenía, y si este sigue siendo vigente.
Seguimos de inmediato con nuestros enojos y tristezas, esos que fuimos cultivando todo el año, sobre todo con la gente que amamos, y aplicamos lo mismo, vemos cómo llegamos a eso, para que nos sirvió y si sigue vigente, y así como los papeles que ya ni reciclar se pueden, se rompen en tiritas y se tiran a la basura.
Después del escritorio sigamos con el closet, y vamos a preguntarnos, qué prendas que tenemos guardadas no vieron la luz en todo el año que está terminando, y la poca posibilidad que tienen para ser usadas en el siguiente. Y en una bolsa empezamos a separar, lo recomendable es sin pensar mucho, más bien siguiendo el instinto, ir despejando nuestro closet.
Después debemos hacer lo mismo con nuestras formas y modos, con nuestras actitudes, eso que le llaman personalidad, y vale volvernos a preguntar, ¿Cómo llegó esto aquí?, en qué momento me sirvió, y esto que según yo me define, ¿no fue al inicio una armadura para protegernos?, ¿Sirven estás máscaras? y volvernos a hacernos una y otra vez estas preguntas, y cuando sintamos que nos incomodan, nos darán una pista de donde tenemos que trabajar el próximo año.
Y luego, en la sección de dejar ir, donde aplica para prendas, artefactos, sentimientos y personas, con un corazón agradecido, recordando lo positivo, perdonando para perdonarnos, iremos despidiendo una a una a quien ya no nos acompañara en el viaje del nuevo año.
Y así, más que dejar espacio para lo nuevo, vamos a sentirnos más ligeros, el equipaje se reduce, la carga es menor. Estamos listos para, con visión renovada cambiar nuestro orden personal, actualizarle, corregirle, sabiendo que siempre tenemos la posibilidad de ajustar este orden a nuestras nuevas circunstancias.
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